Al principio de la clase, Rocío nos ha
estado comentando las posibles jornadas a las que asistir, posibles excursiones
a realizar y talleres. La clase se basó en la asistencia a una jornada de
emprendimiento en educación, en una de las aulas de la facultad.
Tras esto, mandó la realización de “mi yo ambiental”, el cual desarrollo a
continuación.
Nací y vivo en un pequeño barrio situado
cerca de la estación de trenes de Santa Justa: San José Obrero. Es un barrio
que, comparándolo con los demás, destaca la gran cantidad de jardines y árboles
a su alrededor. Es más, justo debajo de mi balcón hay un gran jardín que abarca
todos los bloques.
Mi infancia considero que fue una infancia
feliz y normal. Se basaba en ir al colegio, jugar por las tardes en la calle y
pasar tiempo con mis padres y mi hermano. En esos momentos, la situación
económica en mi casa era idónea para poder permitirnos ir de vacaciones todos
los veranos. Normalmente, decidíamos ir a la playa, ya fuese Huelva, Cádiz o Almería,
pero algunas veces optábamos por pequeñas casas rurales en la montaña.
Recuerdo
también con mucho sentimiento un viaje que hicimos a un pequeño pueblo de la
provincia de Ávila, denominado Solana de Ávila, en el cual realizamos muchísimo
senderismo y nos bañamos en sitios espectaculares.
Además de esto, mi relación
con la naturaleza se limitaba a ir de excursión a granjas escuela y algunas
otras que hicimos a la sierra de Sevilla.
Mis vacaciones en la adolescencia ya
comenzaron a reducirse notablemente, ya que mis padres no podían permitírselo. Aun
así, mis abuelos hacían todo lo posible por regalarnos unos días en Chipiona a
todos: mis padres, mi hermano, mis tíos, mis primos y yo. Nos encantaba y
disfrutábamos todos muchísimo.
Mi abuelo comenzó a estar un poco enfermo y
ya no nos podíamos permitir irnos allí porque él no se encontraba en buenas
condiciones para ello, por lo que Chipiona se acabó. Es entonces cuando comencé
a irme a Grazalema con mi prima. Allí teníamos un grupo de amigos a los cuales
les gustaba mucho su pueblo por la gran cantidad de vida que albergaban sus
bosques, y más les gustaba presumir de ello. Por esto, solíamos hacer
excursiones con ellos, además de hacer senderismo con mi tío, que también
disfruta muchísimo caminando por la montaña.
Los años pasaron y el grupo de amigos de
Grazalema se fue difuminando, ya que comenzaron a marcharse del pueblo para iniciar sus estudios. Fue entonces cuando mi contacto con la
naturaleza se redujo bastante. Únicamente disfrutaba de ella cuando iba a la
playa, que procuraba ir a las calas más naturales con tal de no encontrarme
basura mientras nadaba.
Actualmente, tal y como acabo de señalar, mi
contacto con la naturaleza se limita a ir a la playa.
En cuanto a la contaminación a mi alrededor,
he de decir que viviendo en una capital y al lado de una estación de trenes
obviamente será mayor que en zonas rurales, pero sinceramente no me afecta o
molesta. No sé si es porque en Sevilla no habrá tanta como en otras ciudades o
porque estoy acostumbrada ya que vivo aquí desde que nací y mi contacto con la
naturaleza es muy reducido.
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